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sábado, 19 de enero de 2013

MI GRANADA: LA CUESTA DEL REY CHICO O LA CUESTA DE LOS CHINOS

La Cuesta de los Chinos es uno de los accesos históricos a la Alhambra (Granada, España), desde la ciudad musulmana medieval. Tiene una longitud de 860 metros y une el barrio del Albaicín y el recinto palaciego, cruzando el río Darro.La denominación de Cuesta de los Chinos es popular, aunque reciente (comienzos del siglo XX), originada por el empedrado que se realizó, hacia 1910, en su tramo más urbano.
Su denominación oficial es Cuesta del Rey Chico, nombre derivado de la leyenda según la cual, Aixa, madre del rey Boabdil (apodado el rey chico) le facilitó la huída por esta vía para reunirse con las tropas rebeldes contra su padre, que estaban reunidas en la ciudad. Históricamente ha recibido otros nombres, como Cuesta de los Molinos, por haber en su tiempo varios, o de los Muertos, por ser el camino hacia el nuevo cementerio, en el siglo XIX.
Sucedió que un día, cuando ya era viejo, Muley Hacén se enamoró de una renegada de hermosa belleza llamada Soraya. El rey rechazó a su esposa Aixa y tomó como favorita a Soraya. Esta mujer, bajo su bella apariencia, escondía un alma ruin y ambiciosa. En pocos años tuvo dos hijos con el sultán y deseaba que alguno de ellos heredara el trono de su padre. Sin embargo, Muley Hacén había tenido con Aixa varios hijos que tenían más derecho al trono que lo de Soraya.
Soraya pensaba que si Boabdil o cualquiera de sus hermanos alcanzaban el trono, ella sería quizá encarcelada o castigada, y sus hijos, desterrados o asesinados. Utilizando sus ardides de mujer, logró imponer su voluntad sobre el viejo rey y Muley Hacén ordenó dar muerte a sus hijos mayores, aquellos que habían nacido de Aixa, su primera mujer.Un día, los hijos de Aixa desaparecieron. Su madre los buscó inútilmente por todo el palacio. Al aproximarse a uno de los subterráneos, oyó unos lamentos inconfundibles. Apresuró el paso, pues reconoció la voz de sus hijos, pero sólo llegó a tiempo para ver cómo eran degollados. Presa de un gran dolor, Aixa volvió a sus habitaciones y anidó en su corazón un profundo odio hacia Muley Hacén y, sobre todo, hacia Soraya, que, con su ambición, había sido la causante de la muerte de sus hijos. Por fortuna, su hijo primogénito había salido de la Alhambra y no habían podido apresarlo. Pero Boabdil volvería muy pronto y su padre tal vez decidiera asesinarlo, como a sus hermanos menores.
El enloquecido espíritu de Soraya no se sació con aquellas muertes, pues aún quedaba vivo el enemigo más temible: el heredero del trono. Poco a poco, primero con súplicas y con caricias tentadoras, y más tarde con exigencias y lamentos, Soraya consiguió que el sultán tomara la tremenda decisión de ordenar la muerte de su primogénito y preferido, Boabdil, que estaba destinado a sucederle en el gobierno y en la posesión de la bella Granada, de sus riquezas y de la joya incomparable de la Alhambra. Durante algunos días, Muley Hacén estuvo vacilando, antes de dar la orden de ejecución… Pero, al fin, una mañana, vencido por las malas artes de Soraya e incapaz de negarle nada, el sultán llamó al mismo esclavo que había ejecutado a sus otros hijos y le ordenó que al atardecer de aquel mismo día le presentase la cabeza de su hijo Boabdil. Éste se hallaba en las habitaciones de su madre, lamentando la dureza y crueldad del rey, su padre. De pronto, se presentó el esclavo encargado de matarle. Aixa dio un alarido de terror al reconocer al verdugo de sus hijos menores y Boabdil se aprestó a la defensa daga en mano. El esclavo, al verse en desventaja, se arrojó a los pies del príncipe manifestando su arrepentimiento y avisándole del terrible peligro que corría su vida. Boabdil quiso salir de la habitación y encontró la puerta cerrada. Su padre, no confiando plenamente en la obediencia del esclavo, lo había seguido y había escuchado todo lo que había ocurrido en la habitación. Y para evitar que su hijo huyera, había cerrado la puerta desde fuera.
Aixa, dispuesta a facilitar la salvación de su único hijo vivo, despedazó las cortinas y tapices de la estancia y trenzó una escala. Ató un extremo a una de las columnas del ajimez y obligó a su hijo a descolgarse por ella y huir del palacio. Cuando el príncipe se vio a salvo, fuera del palacio, corrió por las calles desiertas de la ciudadela. Era noche cerrada y, al llegar junto a la puerta de Hierro, descendió por la pedregosa cuesta que desde entonces llevó su nombre. Una vez fuera de la Alhambra, Boabdil corrió a refugiarse en el palacio que poseía su madre en la ciudad de Granada –este palacio fue derribado años más tarde por don Hernando de Zafra, secretario de la reina Isabel la Católica, y en su lugar se levantó el convento de santa Isabel. Muley Hacén, que pronto tuvo noticia de la huida de su hijo, entró en la habitación de Aixa, que aún permanecía encerrada. Al verla junto a la ventana, con la escala de telas en la mano, comprendió lo que había ocurrido y quiso matar a la sultana. No lo consiguió porque el esclavo se interpuso entre ambos, dando ocasión a Aixa para escapar. Días después, el sultán ordenó descuartizar al esclavo. Boabdil, al día siguiente de su huida de la Alhambra, se alzaba con la flor y nata de los guerreros granadinos y destronaba a su padre.
Muley Hacén tuvo que salir de la Alhambra e instalarse en la Alcazaba Cadima –en el Albaicín-, donde se hizo fuerte y pudo salvar su vida. Pocos días más tarde, presa del miedo y del rencor, Soraya entregaba su negro espíritu a Alá. Y así reinó Boabdil, llamado el Chico, que una noche huyó de la Alhambra por la cuesta que aún lleva su nombre.

DESCRIPCION
La cuesta recorre el antiguo Barranco de la Aikibía, que separa las colinas en las que se sitúan la Alhambra y el Generalife. Se inicia en el río Darro, que se cruza por el Puente del Aljibillo, y comienza a ascender entre algunas viviendas. Una vez que se introduce en el barranco, la cuesta se encuentra flanqueada, por su margen derecha, por los restos de un molino y las murallas de la propia Alhambra, y por la izquierda por los balates de las huertas del Generalife, situadas a bastante altura.
Hasta mediados del siglo XX, no existía conexión directa entre Alhambra y Generalife, por lo que el paso entre ambos lugares se hacía históricamente a través de la Cuesta de los Chinos. Tras dejar a la derecha las basas de la Torre de las Damas del Partal, encontramos un bastión, de época cristiana con una puerta, conocida como Puerta de Hierro. Este bastión y puerta, dan acceso a un recinto de caballerizas y a la llamada Puerta del Arrabal, bajo la Torre de los Picos, que era la salida original de los Palacios hacia el Generalife. En la margen izquierda, y casi a la misma altura, se inicia un callejón entre tapias, cerrado con cancela, que es de origen nazarí y que lleva hasta el mismo Palacio del Generalife, cruzando las huertas. Este camino, se encuentra en muy buen estado de conservación.La Cuesta continúa bordeando la muralla, junto a un arroyo formado por las aguas sobrantes de riego, vertidas desde el recinto palaciego, vigilada por las torres del Qadí, de la Cautiva, de las Infantas y del Cabo, antes de pasar por debajo del acueducto de entrada de la Acequia Real a la Alhambra y desembocar cerca de la Torre de los Siete Suelos, donde se encuentra la puerta de Bib Algodor (o Bab al-Gudur, es decir, puerta de las albercas), que era el acceso usual a la medina de la Alhambra, y por la que entraron las tropas castellanas tras la capitulación de la ciudad. Tras la apertura de la nueva Puerta de los Carros, en 1525-1536, para facilitar la entrada de materiales para la construcción del Palacio de Carlos V, Bib Algodor permaneció habitualmente cerrada.2 Es interesante señalar, que la denominación actual de la torre (Puerta de los Siete suelos), proviene de uno de los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving
La cuesta de los Chinos es la más hermosa rampa de la ciudad de Granada. Nos sube desde el Paseo de los Tristes hasta el corazón de la Alhambra, y es ruta de silencio, de paz y de sosiego. Cruzamos la puente abisal sobre un Darro fresquísimo y sonoro, y ascendemos por un camino empedrado de cantos, flanqueado de tapias y techado de cielo y hojas de álamos. Hacia adentro, justo donde la cuesta se quiebra en zigzag, nos giramos para contemplar el más bello encuadre del Albaicín, que resplandece de blancos como si, de pronto, se hubiera hecho real un cuadro .
Su lado izquierdo es una pared natural: una cárcava donde brotan pitas y jaramagos. Por su lado derecho desciende una acequia despeñada en pequeñas cataratas: un reguero que captura y arrastra hojas secas que adornan las márgenes, como si fueran alfombras que extendió noviembre. Vamos pasando bajo las torres de la Alhambra que asoman, a veces, tras un pequeño bosque; a veces, al lado mismo del camino como centinelas de la Historia. Torre de las Damas. Torre de los Picos; jacarandas, prunos, acebuches, higueras locas. Torre del Candil; la acequia es ahora plata derretida y va entre ribazos de musgo, como una acequia de belén navideño, hogareño y risueño. Torre de la Cautiva, donde cuenta la leyenda que vivió doña Isabel de Solís, la renegada, la favorita del rey Muley Hacén; álamos y chopos, falsas pimientas, sauces. Sobrias torres, y desnudas, que son joyeles donde se guardan finísimas gemas de yesería, estuquería y tracería árabes. Torre de las Infantas, desde cuya ventana se descolgaron, en busca del amor, resbalando por sus muros, Zaida y Zoraida, y no se atrevió Zorahaida, que luego murió de pena. Torre del Cabo de la Carrera, destruida por la canalla francesa cuando 1812.
Cercana al centro de la ciudad, poco transitada, la cuesta de los Chinos es una venganza de calma y de silencio contra el tráfago y el ruido loco de la población. Como dijimos antes Es la cuesta de los tres nombres, ya que se la conoce, también, como cuesta del Rey Chico y como cuesta de los Muertos. Del Rey Chico porque se dice que por ella bajó Boadbil, para refugiarse en el Albaicín, tras una revuelta palaciega. De los Muertos porque, durante mucho tiempo, los difuntos eran subidos por allí hasta el cementerio, en su último viaje, rodeados de belleza, aunque ellos no estuvieran ya para muchas contemplaciones… Sin embargo, nadie conoce el origen de su otro nombre, el más popular y de más uso: “cuesta de los Chinos”. Conjeturan unos cuantos eruditos que se debe a los chinorros que abundaban en el suelo, pero eso no deja de ser una suposición sin fundamento alguno…
porque tambien circula una historia sobre el origen del nombre de cuesta de los chinos,es la siguiente: En 1792, con motivo del tercer centenario de la conquista de Granada, las autoridades de la época organizaron sonados festejos en la ciudad. El 2 de enero por la mañana, ante las puertas de la Alhambra, se iba a representar una recreación de la entrega de las llaves de la fortaleza a los cristianos. Muchos granadinos se disfrazaron a la vieja usanza española, y muchos otros a la usanza mora. Desde toda la ciudad y desde los pueblos de los alrededores acudió mucha gente para ver la función.
Entre ella vino una familia con un mozalbete de hasta ocho años de edad. Los miembros de esta familia se dirigieron a la Alhambra subiendo por la cuesta de que hablamos. Cuando llegaban a la mitad, se vieron rebasados por un tropel de hombres vestidos de árabes que, a caballo, subían también por allí para integrarse en la ceremonia. Lucían chilabas de seda, turbantes, dagas de orejas, alfanjes en cuyos pomos relucían piedras de colores, ballestas, alandas y cinturones con escarcela. Al verlos, el mozalbete, que nunca había visto un moro ni en pintura, pero que sí tenía en su casa un libro con dibujos que representaban a las hordas de Gengis Khan aplastando chinos, exclamó emocionado: “¡mira papá, cuántos chinos!”
Lo cual fue oído por varios de los que hacían de árabes, quienes, al llegar junto a los demás figurantes, muertos de risa, contaron la frase del niño. La gracieta se extendió y comentó por toda Granada, y de ahí que la cuesta, desde ese día, se quedara con el nombre de Cuesta de los Chinos. De manera que, nada de “chinorros” en el suelo ni otras tonterías que suelen aseverar los despistados. El nombre de la más bonita cuesta de Granada, y quizá de España, se debe a ese niño, y no a otra cosa. Y luego nos decía don Eliseo: “a mí me lo contó Gómez Lorenzo, historiador del cielo, sabio de muchos saberes. Y ya sabéis vosotros que cuando Gómez Lorenzo asegura algo, nadie hay capaz de rebatírselo”. ( publicado el el diario ideal 2009 )
Lo que si que es completamente cierto,es que pasear por esta cuesta es un placer que junta a la vez tan ricas sensaciones como la paz,la tranquilidad,el arte y la hermosura. Asi que no lo duden,compruebenlo.Si no la conocen,pierdase usted mismo en esta bonita calle.Y si ya la conoce,no tengo ningun tipo de duda de que ya estas deseando volver de nuevo.

1 comentario:

  1. estupendo relato,unido a preciosas fotografias que me dejan sin palabras enhora
    buena.muy bien echo te felicito. no dejes de subir cosas como esta...

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